Un mal día lo tiene cualquiera

           Bueno, después de una semana santa pasada por agua y algunos días sin escribir, les contaré algunas historias que me hayan pasado, por ejemplo, una vez que tuve que ir a Granada a servir fruta y verdura a un hotel en Sierra Nevada, después de una tormenta impresionante la noche anterior, recuerdo que a la hora de descargar y arrimarle la carga, estaba toda la parte de atrás, por donde queda la puerta de recepción de la cocina, con por lo menos medio metro de nieve y tuve que dar hasta cuatro viajes andando y arrastrando la carretilla mientras hundía los pies en la nieve y dejaba las huellas y los surcos que me recordaban a una de las películas de Stallone, concretamente a Rocky IV, cuando fue a Rusia a entrenar y lo hacía corriendo por la nieve con gran dificultad. La verdad, en ese momento maldecía cada paso que daba y cada empujón que le metía a la carretilla, pero más tarde cuando contaba la anécdota a compañeros y familiares, nos hartábamos de reír. Terminé aquel día con los pantalones empapados y muerto de frío, pero logré entregar la carga. Y ya para rematar, empezó a nevar débilmente y a la hora de salir con la furgoneta, empezaron las ruedas a rachear y no tenía menda de moverla del sitio. En esa situación, tenía que pensar rápidamente, pues mientras más tiempo pasara, sería más difícil salir de allí al irse acumulando la nieve, así que empecé a girar el volante de un lado a otro de manera enérgica y acelerando a tope, poco a poco pude ir saliendo de aquel camino tortuoso y cuesta arriba, hasta que pude incorporarme a la carretera. Quien conozca el camino a Sierra Nevada, sabrá reconocer el hotel al que me refiero (no quiero acordarme de su nombre), sólo sé que está a la mitad del recorrido y que hay que entrar girando en la gasolinera que allí se encuentra. Bueno, al fin pude llegar a casa y entrar en calor después de más de tres horas de viaje de vuelta...y es que un mal día lo tiene cualquiera. Hasta pronto